jueves, 8 de abril de 2010

"Sobre Historia Oral"


Es hoy por hoy recurrente escuchar en algún salón, a la salida de la escuela o en cualquier sitio en común a alguien decir que la historia es “fome” o aburrida, sin atender las connotaciones que puedan tener dichas opiniones o aseveraciones, en ese momento vale preguntarse ¿de dónde nace dicho rechazo?, ¿cuáles serán los orígenes de tales opiniones? Y ¿en qué se fundamentan dichos sesgos?

Modestamente veo que en parte estas generalidades o desprecios acerca de la historia, podrían tener su origen en la forma como se viene enseñando o trasmitiendo la historia en vez de hacerla, me refiero al marcado interés por formar un documento oficialista, una narrativa elitista, de carácter representativo olvidando realidades locales disidentes a dichos intereses. Realidades locales con identidades omitidas por lo unilateral pero realidades conformadas, como diría Unamuno, por hombres de carne y hueso (hasta ahí Unamuno), con historia, historia trasmitida de generación en generación por el relato oral revestido de un vivaz marco referencial. Se insiste en enseñar la historia de unos pocos, narrada por unos pocos, más que iniciar su estudio a partir de la configuración de la propia memoria de un pueblo. La memoria no se puede restringir a una exigencia tutorial”, la memoria también se nutre de recuerdos, anécdotas, vivencias y experiencias sujetas a una carga afectiva significativa, en que, y la historia oral bucea en dicha carga otorgando mayor sentido a la historia de una localidad.

A diferencia de la historiografía o la historia oficial la historia local nos confiere espacio para no olvidar sentimientos, tradiciones y costumbres que le son peculiares a una localidad, no solamente datos, se trata de una historia, también, afectiva que nos permite una retroalimentación generacional con mayor sentido y por ende un trasfondo identitario sustantivo. La historia debe ser construida de frente a la memoria, esto es, apelar cara a cara en toda la diversidad de los discursos a ella como una forma fidedigna de representar identidad.

Concluyendo, apelar a la memoria local como una manera de hacer consciente nuestra identidad local no es más que tomar conciencia de nuestro pasado y presente, de aguas que van y vienen, de nuestro presente circunstancial que lejos de cualquier azar o desfondamiento trae en si la suma de experiencias y vivencias que no dan espacio al olvido.

“(…) desde el punto de vista de los sujetos populares, si éstos no pueden referir sus experiencias pasadas y presente a una “historia propia”, que se constituye poniendo en diálogo sus memorias con la historia, inevitablemente verán limitados los horizontes de su propia acción histórica así como debilitadas sus propias identidades”.
(“Recreando el pasado”: Guía Metodológica para la memoria y la historia local, Mario Garcés Duran).

Andrés Sepúlveda Garcés.

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